Este relato es el resultado de mi mala memoria. Y es que parece que los años no perdonan...

Este año, cuando preparaba nuestra escapada de navidad hacia el sol para disfrutar de la benignidad del clima de nuestra costa sureste y buscando información, eché de menos el relato de una escapada que hicimos a principios de este año hacia Murcia y la Manga del Mar Menor

No estaba. Sí las fotografías convenientemente guardadas. 

Lo que más me sorprendió es que ni siquiera lo había echado de menos hasta ahora. A estas alturas, se han ido borrando los detalles, pero intentaré recuperar de mi memoria toda la información que pueda, no sólo para mí...y aquellos que sigan alguno de mis relatos.

Creo recordar que pusimos rumbo directo a La Fortuna, a los baños a los que últimamente nos hemos aficionado.

Así dejamos la autocaravana en el aparcamiento exterior de este complejo que incluye, además de un Spa que es el que nos atrae, un hotel y un camping.  (38.206372; -1.108270).Disfrutamos de un delicioso baño compartido con muchos extranjeros, como siempre, a una temperatura exterior estupenda y después fuimos a buscar un sitio donde pasar la noche, lugar que encontramos en un aparcamiento (38.208153; -1.110108) amplio, de tierra, tranquilo y cerca del antiguo casino de esta ciudad balneario.  Al anochecer paseamos un poco por ella sorprendiéndonos por elegantes construcciones como el edificio del balnerario y hoteles cercanos, ahora, o en esta época del año, cerrados, pero que suponemos llenos de vida en otras estaciones.

Después de una tranquila noche partimos rumbo a Cartagena para visitarla. Entramos en la ciudad y atrás, en una glorieta, dejamos lo que nos pareció el submarino original de Isaac Peral  pero dudamos ya que creiamos que estaba en el puerto. Dejamos la autocaravana en un aparcamiento cerca de la muralla que rodea la ciudad, para después de dar un paseo circundándola durante 10 minutos y dejando atrás a nuestra izquierda el puerto, entrar en el casco viejo de ella.

Por una calle peatonal fuimos disfrutando de edificios señoriales que flanqueaban lo que parecía una de las arterias principales de la ciudad para entrar en el teatro romano, al que accedimos  por debajo de la catedral  y a través del museo del teatro romano, aunque, como ya he dicho muchas veces, al no sentir ninguna atracción especial por este tipo de edificios, pasamos un poco de largo por él.

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Fue construido entre los años 5 y º a. de C  en lo que entonces era Carthago Nova, actual Cargagena y con una capacidad para unos 7.000 espectadores estuvo en uso hasta el siglo III a partir del cual se fueron superponiendo varias edificaciones. A finales del siglo pasado, en 1988, fue descubierto por un arqueólogo de la Universidad de Murcia y las excavaciones lograron exhumarlo para  poder ser visitado.



Ya en su interior nos sorprende su tamaño y elegencia y es que fue uno de los mayores de la Hispania romana. Su frente escénico es hermoso con columnas de fuste de marmol rosa y capiteles de marmol blanco









Regresamos por donde habíamos venido para dirigirnos al puerto en busca del submarino que no encontramos. Parece ser que han cambiado su ubicación y que ahora está en una de las glorietas que habíamos dejado atrás mientras entrábamos en la ciudad así que, saliendo de ella, pudimos verlo aunque fuera fugazmente
 Ahora ponemos rumbo al norte, hacia Portman y la bateria de las cenizas.

Como siempre, desde que descubrimos la primera de este litoral, la de Los Castillitos, no dejan de sorprendernos este tipo de lugares, ahora abandonados y que en su día, no muy lejano, estuvieron llenos de vida, con más o menos fortuna, y que ahora tienen cierto regusto melancólico e incluso romántico.

Suponemos que muchos jóvenes  que entonces tuvieron que hacer el servicio militar obligatorio y que fueron destinados a este tipo de instalaciones, pasaron aquí muchas horas solitarias e incluso tristes, pero su abandono, su estado actual y las historias que aún pueden contar, dejan en mi un cierto sabor amargo. 

Subimos, bajamos, rodeados unas veces de silencio, otras, de gente que iba y venía,...y pusimos rumbo al Cabo de Palos.

Aunque mi primera intención era acercarme a la Playa de Calblanque, el acceso para la autocaravana parecía complicado y estaba alejado de la carretera por lo que decidimos ir directamente pero parando a comer en unas calas a las que según un mapa se podía acceder por una urbanización, la de campo norte.

Una vez allí y tras circular entre elegantes chalets que despertaron nuestra admiración así como un bonito campo de golf en medio de este secarral, comprobamos que para llegar a donde pretendíamos teníamos que circular por una pista en no muy buen estado y con bastante pendiente, así que regresamos sobre nuestros pasos y nos dirigimos directamente al Cabo de Palos.

Cruzamos la pequeña ciudad hasta llega al aparcamiento del faro de Cabo de Palos, lleno a primera hora de la tarde, de autocaravanas (37.633790; -0,691559). Encontramos sitio de casualidad y allí comimos para después acercarnos al imponente faro.

Después nos dimos un buen paseo por la villa hasta que comenzó a oscurecer.


Tras una noche tranquila a la mañana siguiente nos dirigimos al mercadillo.

Al ser primera hora aparcamos sin problemas y dimos unos buenos paseos para después poner rumbo hacia la Manga del Mar Menor.






Pero decidimos dedicar unos minutos a observar aves en unas salinas cercanas donde con el telescopio de Angel pudimos disfrutar de algunas aves como flamencos, avefrías y otras habituales de la zona.







Ahora ya directos. Así tomamos lo que parecía ser la avenida principal y nos internamos en este peculiar lugar, desierto ahora, sin apenas vehículos que circularan y sin gente por sus calles, pero viendo el tamaño de los edificios que nos rodeaban, supusimos que esto a partir de primavera sería un hervidero de gentes.

Antes de llegar a nuestro destino para dejar la autocaravana, pasear y pasar la noche, nos detuvimos en un aparcamiento para pasear por la parte "interior" de este curioso mar.

El temporal había dejado muchas cochas sobre la arena de la playa, que estuvimos recogiendo entretenidos, pero nos sorprendió comprobar que el agua no estaba muy limpia y que además, tampoco olía bien.

Así que, un poco decepcionados, nos dirigimos a "Veneziola" una zona al final de esta "manga", un poco más solitaria de construcciones donde había una explanada en la playa con varias autocaravanas.

Una vez instalados, comimos, descansamos y nos dispusimos para dar un paseo por los alrededores descubriendo algunos rincones ahora, en esta época del año, casi abandonados y solitarios.

En esta parte "abierta" que mira al mar Mediterráneo,  pudimos observar los daños que los recientes temporales habían causado en la zona, destrozando parte del paseo marítimo y dejando las playas cubiertas de un manto denso de algas.

Aún observamos restos de lo que antes de toda esta brutal urbanización, debió de ser este lugar, como los restos de un antiguo molino de aire.

Al caer la tarde nos cobijamos en nuestra autocaravana para pasar la última noche de nuestra escapada.

Y, sinceramente, no es un lugar para volver. No me gustó. Demasiado ladrillo, demasiada gente. Algún día fue, pero ahora, no quedaba ya rastro de eso.

Y la mañana de la partida nos sorprendió con un precioso amanecer del que disfruté, como trato de hacer siempre pese al frío y la humedad, fuera, sintiendo la brisa en mi rostro, oliendo el mar, oyendo su cadencia melodiosa....



Y partimos de regreso




Mª Angeles del Valle Blázquez
Boadilla del Monte, diciembre de 2017